🏙️ Ciudades que apostaron por el deporte y ‘fracasaron’
Para algunas ciudades y países, albergar grandes eventos ha sido una estrategia de crecimiento. Sin embargo, en ocasiones, los resultados distan mucho de las expectativas. ¿Por qué?
By El Míster Toledo
Invertir en el deporte no siempre es garantía de éxito.
Para algunas ciudades y países, albergar grandes eventos o apostar por una industria deportiva propia ha sido una estrategia de crecimiento. Sin embargo, en ocasiones, los resultados distan mucho de las expectativas.
Ejemplos sobran:
Macao quiso convertirse en la capital asiática del boxeo y terminó en el olvido.
Brasil impulsó dos megaeventos en una década, pero las secuelas económicas y sociales aún persisten.
Rusia invirtió miles de millones en su infraestructura deportiva y en la organización de megaeventos, solo para quedar aislada en el escenario internacional.
Cada caso tiene sus particularidades, pero también puntos en común: mala planificación, desajustes entre inversión y retorno o problemas geopolíticos que nadie previó.
La pregunta es:
¿Qué puede salir mal cuando un país o ciudad decide apostar fuerte por el deporte?
Macao: la apuesta fallida por el boxeo
Macao tenía todo para convertirse en un nuevo epicentro del boxeo internacional: una economía entusiasmante, un sector de entretenimiento en plena expansión y la capacidad de atraer eventos de alto perfil.
Sin embargo, a pesar de algunos intentos ambiciosos, la ciudad nunca logró consolidarse como una alternativa real a Las Vegas en la industria del boxeo.
El punto más alto de esta apuesta ocurrió en noviembre de 2013, cuando Manny Pacquiao enfrentó a Brandon Ríos en el Venetian Macao en el evento ‘Clash in Cotai’. Fue la primera pelea del filipino en China y un golpe mediático que posicionó a la ciudad en el radar del boxeo global.
El éxito llevó a una segunda gran velada en 2014, con Pacquiao defendiendo su título ante Chris Algieri en el mismo recinto. Dos combates de alto nivel, audiencias internacionales y un mercado potencial enorme en Asia.
Pero después de esos eventos, la llama se apagó.
Macao nunca se convirtió en una sede recurrente del boxeo. ¿Por qué? Los factores que impidieron su consolidación fueron estructurales.
La prioridad seguía siendo el juego. En 2014, los casinos representaban más del 80% de los ingresos fiscales de Macao (Sigma World). La economía local estaba completamente ligada a la industria del azar, lo que limitaba la diversificación hacia otros sectores de entretenimiento.
La competencia con Las Vegas. Aunque Macao superó a Las Vegas en ingresos por juego en 2006, la ciudad estadounidense mantuvo su dominio en el boxeo. Con décadas de historia, una infraestructura establecida y contratos exclusivos con promotoras, era difícil desafiar su hegemonía.
Falta de continuidad. A diferencia de Las Vegas, donde hay combates prácticamente cada semana, Macao nunca estableció una agenda constante de eventos. Sin un flujo regular de peleas, no se pudo construir una base sólida de aficionados ni generar el hábito de acudir a espectáculos de boxeo.
Curiosamente, aunque Las Vegas ha vinculado por décadas el boxeo con los casinos y las apuestas, en Macao no sucedió lo mismo. La cultura del juego en la ciudad estaba fuertemente enfocada en los casinos tradicionales y el turismo VIP chino.
Mientras que en Las Vegas los eventos de boxeo funcionan como una extensión de la experiencia del casino, en Macao no se logró esa sinergia.
La falta de un público local acostumbrado al boxeo, sumada a la ausencia de una cultura deportiva fuerte en la región, hizo que las peleas fueran vistas más como espectáculos esporádicos que como un pilar del entretenimiento en la ciudad.
Incluso se intentaron estrategias que despertaran el sentido de identidad de la población, como el debut profesional del boxeador chino Zou Shiming.
El contexto inicial era favorable. En 2011, Macao generó 33,500 millones de dólares en ingresos por juego, superando a los veinte mercados más grandes de USA combinados (AS).
Pero la falta de una estrategia a largo plazo, la dependencia de los casinos y la ausencia de continuidad en la organización de eventos hicieron que la apuesta por el boxeo en Macao se quedara en un intento aislado.
Brasil y el espejismo de los megaeventos
Brasil se propuso demostrar al mundo que podía ser la casa del deporte global y aprovechar su ‘boom’ global que tuvo a principios de siglo.
La jugada no salió.
Dos eventos en dos años, una inversión multimillonaria y la promesa de un futuro económico brillante. La Copa del Mundo 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 fueron la gran apuesta del país para consolidarse como una potencia no solo en el futbol, sino en la organización de megaeventos deportivos.
Hoy, la realidad es distinta. Las expectativas eran altas, pero la ejecución y la planificación económica dejaron mucho que desear.
Los números reflejan la magnitud de la inversión:
Mundial 2014: Brasil destinó 15,000 millones de dólares, triplicando el costo de Sudáfrica 2010. De esa cantidad, 3,500 millones fueron a estadios y 4,545 a movilidad urbana (Banco Interamericano de Desarrollo).
Juegos Olímpicos de 2016: otros 15,000 MDD, con 7,100 dedicados a infraestructura deportiva y mejoras urbanas (Caixa Bank).
El problema no fue solo el gasto, sino la sobreestimación del impacto positivo que estos eventos generarían.
Brasil esperaba que esta inversión se tradujera en:
Un crecimiento económico sostenido.
Un boom turístico que dinamizara la economía.
Infraestructura útil a largo plazo.
La realidad fue distinta.
Los resultados económicos fueron mucho menores a lo proyectado:
Los JO2016 añadieron apenas 0.05 puntos porcentuales al PIB en un año en el que Brasil se contrajo un 3.5%.
El turismo no compensó los costos, pues se esperaba la llegada de 600,000 turistas extranjeros para el Mundial, pero su impacto económico fue menor al anticipado.
Para los Juegos Olímpicos, los ingresos por turismo generaron apenas 400 millones de dólares, sumando solo 0.02 puntos porcentuales al crecimiento real.
La deuda pública de Brasil pasó del 57% del PIB en 2014 al 74% en 2018. Si bien esto se debe a múltiples factores económicos, las inversiones en los eventos exacerbaron la crisis.
Y más allá de las cifras, el mayor problema fue la falta de planificación para el después de los eventos.
Infraestructura abandonada.
En 2017, la ciudad declaró quiebra, sin fondos para pagar empleados públicos o mantener servicios esenciales.
12% de las micro y pequeñas empresas que surgieron quebraron debido a la falta de demanda tras los eventos.
Cuando el éxito económico no es suficiente: el triatlón de Ibiza
No todos los eventos deportivos dejan un saldo negativo en términos financieros. Algunos, de hecho, pueden generar ingresos millonarios, atraer audiencias globales y aun así no ser sostenibles para una ciudad.
El triatlón en Ibiza es un claro ejemplo.
En 2023, el campeonato del mundo de esta disciplina llevó a 16,000 personas, entre deportistas y acompañantes, a la isla, con un impacto económico considerable. En 2024, el Triatlón T100 alcanzó un valor publicitario de 50 millones de euros y fue visto por 7.4 millones de personas en todo el mundo (Federación Española de Triatlón).
Ibiza es sin duda uno de los centros turísticos con mayor glamour en el mundo.
Los números son contundentes:
El impacto económico del Ibiza T100 en 2024 fue cercano a los 8 millones de euros, incluyendo 3.26 millones de euros en impacto directo.
La contribución fiscal del evento fue cercana a los 900,000 euros.
La proyección mediática situó a Ibiza en el mapa del triatlón global.
Pero a pesar del éxito económico y la visibilidad internacional, la región ha decidido no seguir organizando pruebas de triatlón a partir de 2025.
¿Por qué?
El problema no fue el dinero, sino la logística y la calidad de vida de los residentes.
La edición del triatlón T100 en 2024, realizada en plena temporada alta el 27 de septiembre, provocó un colapso en las principales vías de la isla.
Atascos kilométricos, caos circulatorio y molestias para los residentes encendieron el debate sobre si el beneficio económico justificaba el costo en movilidad y bienestar.
Las autoridades propusieron soluciones:
Trasladar el evento a noviembre, fuera de la temporada turística alta.
Mudar la sede de Vila a Santa Eulària para reducir el impacto en la movilidad.
Pero ninguna alternativa fue considerada viable.
Ante la falta de un esquema que minimizara las afectaciones al tráfico y mejorara la convivencia con los habitantes de la isla, el Consell de Ibiza decidió retirar su apoyo y no celebrar más pruebas internacionales de triatlón en 2025.
El mensaje es claro: los beneficios económicos no siempre pesan más que la logística y la calidad de vida de una comunidad.
Ibiza apostó por el deporte y obtuvo buenos resultados financieros, pero, al final, la sostenibilidad de un evento va más allá de los ingresos que pueda generar.
Rusia: el país aislado
Rusia invirtió millones de dólares para consolidarse como un epicentro del deporte mundial. Juegos Olímpicos, Copa del Mundo, Fórmula 1, estadios de vanguardia, mejoras en infraestructura… todo apuntaba a una estrategia a largo plazo para situar al país en el mapa del deporte global.
Hoy, esa apuesta está en pausa.
No por fallas en la planificación, ni por falta de recursos, ni por una ejecución deficiente. Sino por un factor que pocos previeron: el aislamiento geopolítico.
Las sanciones internacionales impuestas a Rusia han cambiado el panorama. El país, que organizó dos de los eventos deportivos más costosos de la historia reciente, se encuentra ahora relegado de la escena deportiva mundial. Primero por el caso de dopaje de Estado que los limitó a competencias como los JO y, recientemente, por la guerra contra Ucrania.
Las cifras reflejan la magnitud de la inversión:
Sochi 2014, los Juegos Olímpicos de Invierno más costosos de la historia. Rusia gastó 51,000 millones de dólares en estadios, infraestructura y urbanismo (Bloomberg).
Mundial de Futbol 2018, una apuesta multimillonaria. Con una inversión de 14,000 MDD, más de 4,000 millones fueron destinados a estadios y 7,000 a transporte y movilidad (Funds Society).
Fórmula 1 en Sochi: Más de 424 millones de dólares solo por el fee anual que tenían que destinar para tener una licencia de la carrera (Formula Money).
En su momento, estas inversiones parecían estratégicas. Un país capaz de organizar con éxito los mayores eventos deportivos del planeta aseguraba su relevancia en el ecosistema global.
Pero la realidad de 2024 es otra.
Las sanciones derivadas del caso del dopaje de Estado y el conflicto geopolítico han afectado no solo la economía rusa, sino también su posición en el deporte internacional:
En 2022, las importaciones rusas cayeron un 9.7% y las exportaciones un 9.6%, según el Banco Mundial (Consejo de la Unión Europea).
En 2023, Rusia pasó del puesto 26 al 46 como emisor de inversión en España, con un stock de apenas 1,119.7 millones de euros (Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación).
Equipos y selecciones nacionales han sido excluidos de múltiples competiciones internacionales, afectando ingresos por derechos de televisión, patrocinadores o venta de entradas.
El aislamiento deportivo ha tenido consecuencias directas. Clubes rusos han desaparecido del radar de las competiciones europeas, la candidatura del país para futuros eventos globales es inviable y el talento local se encuentra con menos oportunidades de desarrollo en escenarios de alto nivel.
La gran lección del caso ruso es que el éxito de una inversión deportiva no solo depende de la infraestructura o del dinero invertido, sino del contexto en el que se desarrolla.
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